lunes, agosto 31, 2009

Fobia telefónica.

Por milésima vez sonó el molesto tono de mi celular (es horrible, horrible en verdad. ¿Por qué no lo cambio? Buena pregunta, tan buena que no puedo responderla. Unas cuantas veces he explorado el enredado menú con la misión de cambiar el tono, pero me entretengo con otra cosa más interesante [intentar atrapar una pelusa flotante, por ejemplo] y termino haciendo otra cosa que nada tiene que ver(el tener el Packman en los juego del celular es una tentación constante)

Exclamé una sonora imprecación,tomé el aparato que vibraba y emitía un sonidito que alteraba mis nervios. Era una compañera. Estuvo parloteando horas (literal) sobre pavadas que me importan lo mismo que las finanzas de Uadagudú. Maldecí el momento en que le di mi número: no deja de llamarme compulsivamente. Y obvio, nunca le contesto. En realidad, no le contesto a NADIE.

Sí, odio hablar por teléfono. No sé cuál sea el origen de mi fobia, del terror patológico a las llamadas telefónicas.He pasado noches en vela intentando encontrar la razón... sin éxito. Creo que son cosas que debo dejarle a mi psicoanalista (en caso de que tuviera uno).

He encontrado ciertas excusas para no tener que contestar, pero, como es natural, no puedo revelarlas ... tendría que matarlos *mirada psicópata* Y la verdad no tengo ni la más remota idea de quién lee este blog, así que no sabría a quién darle matarili (podeis estar tranquilos, si a medianoche ven una silueta escurridiza corriendo con un cuchillo cebollero no soy yo) Y aún si lo supiera, naaah, qué flojera. Mejor continúo atrapando partículas que flotan en el aire o jugando Packman.

Ok, me estoy desviando del tema( ¿ven por qué se me dificulta cambiar el tono?)

Mi celular lo uso para mandar sms, tomar fotos y meterle jueguitos babosos. Contesto o hago una llamada cuando es estrictamente necesario, cuando no hay otra opción. Si empieza a abrirse la tierra o un zombie-payaso me persigue con una sierra eléctrica en la mano tengan por seguro que lo usaré.

Ah sí, una cosa más: Dios bendiga los mensajes de texto.

jueves, agosto 20, 2009

Decisiones.

Cada día me vuelvo más indecisa, oh sí.

En realidad toda mi vida lo he sido. De niña, cuando tenía que escoger entre el dinosaurio verde o el azul sudaba frío y mi rostro se descomponía. ¿Por qué elegir entre el dinosaurio verde o el azul? Elegir uno sería despreciar el otro... Ambos eran igual de lindos... Y uno de ellos iba a sentir feo si lo desdeñaba ( ¿Qué quieren? A esa edad se tienen pensamientos descabellados e irracionales y se cree que los dinosaurios de peluche pueden sentir feo y así)
Terminaba diciéndole a mi mamá que me comprara el que ella quisiera. Me daba el elegido y yo daba media vuelta sin atreverme a mirar al dinosaurio despreciado. Pobrecito.

Pero las cosas se complican, señores. La vida es más sencilla cuando únicamente tienes que elegir peluches o cualquier otra fruslería.

Ahora las decisiones que debo tomar me quitan el sueño y provocan arrugas prematuras y expresión compungida.

Pero, bah, hoy me cansé de todo eso. Al fin todos los libros que he leído con las enseñanzas de seres iluminados han surtido efecto. Un momento... nunca he leído libros de esos... Pero bueno, qué importa. El caso es que desde hoy tomé la decisión de no preocuparme más. Si me equivoco, me equivoco Y YA. Además, cavilaba sobre la cuestión de las perspectivas... una situación puede verse desde varios puntos de vista: el fatídico, negativo, positivo, etc. Es nuestra elección. Si quieres tirarte a llorar desconsoladamente, o si quieres buscar el modo de darle la vuelta y hacer de eso algo bueno, es decisión.

Yo elijo ver una oportunidad en cada tropiezo.

(Ése último párrafo tuvo tintes de "Únete a los optimistas", ustedes disculpen. Esta noche tengo un exceso de optimismo)
 
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